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Rosita, la niña del ejido negro y el pelo rubio
Eran las dos de la mañana, estaba recostado; cinco grados bajo cero se burlaban de la sábana que pretendía cubrir mi cuerpo y el de dos de mis hermanos con los que compartía catre, el granizo golpeaba el techo de lámina que puso el abuelo hace ya más de 20 años.
Como todas las mañanas comencé a escuchar, por un lado, la música de banda que mi padre ponía para despertarnos, y por el otro, mi madre (quien por cierto a sus 38 años de edad había vivido 15 embarazada) arruyando a alguno de mis hermanos menores y obvio a otros 3 hermanos gritando, llorando y quejándose.
A pesar de que la noche anterior terminé de leer Cambia el pero por el puedo del famosísimo Yordi Rosado, por alguna razón, me sentía desmotivado, así que decidí ponerme mis audífonos e ignorar el mundo exterior.
Cerré los ojos y mientras dormitaba empecé a escuchar una melodía que decía más o menos así, del crustáceo a ser estrellas de cine bajo el agua con el yate, y tal vez no fui el empleado del mes, pero tu bien sabes que se vive una vez.
Se vive una vez, se vive una vez, se vive una vez, esa canción, más bien, esa frase me motivó a largarme de casa, estaba harto de compartir mi catre, comer frijoles con queso todas las mañanas, pero lo que más me molestaba era que Rosita la güerita, ni me volteaba a ver y eso que me estrellaba contra ella todas las mañanas y dejaba caer mis libros. Técnica que según El amor es tu guía, novela favorita de mi mamá, era infalible para que las almas gemelas se enamoraran.
En fin, salí de mi catre, pisé a mi hermano, tomé dinero prestado del escondite "secreto" de mi madre, le di un beso y me larguė en mi patineta. "Nunca voy a extrañar esta pocilga", pensé.
Mi destino, la CdMx, quería ser uno de esos citadinos que saben que las quesadillas pueden no llevar queso, un adolescente independiente, no tan guapo como Juan Pa Zurita pero eso sí, más inteligente, más fuerte y más hombre, por cierto, no sabía qué quería decir ser más hombre, pero si me abuelito decía que tenía que ser muy hombre, yo iba a trabajar por ello.
Más o menos por la tercera cuadra me encontré a Rosita, llevaba una falda hermosa, sus coletas radiantes y con olor a chicle de menta, lucía perfecta como siempre, pero esta vez no tenía esa sonrisa impactante, sino que estaba llorando desconsolada, sentí como si su dolor fuera el mío, “directo al cora”. No sabía cómo acercarme, ni mis libros llevaba para estrellarme con ella y dejarlos caer, sin embargo, tenía que saber si podía ayudarle en algo, así que respiré profundo, me armé de valor y me acerqué a ella.
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Hola Rosita
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No me gusta que me digan Rosita (contestó con un tono que aunque no era amable, no era grosero, sólo marcando límites y eso me enamoró todavía más. Mi corazón se aceleró y latía muy fuerte)
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Perdón, hola Rosa, ¿estás bien?
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Sí, lloro cuando me siento bien (esta vez, su tono comenzó a no ser tan amable, pero a mi me han dicho que si una niña te rechaza, quiere contigo, sólo se está haciendo la difícil, pues me quedé y muy hombre, respondí amablemente)
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Ah bueno, entonces me voy, pero si necesitas algo dime.
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¿Tú quién eres? Me preguntó (mis ojitos se llenaron de agua, y pensé sólo se está haciendo la interesante, aguanta como los hombres. ¿Cómo era posible que no se acordara de mi, si a diario cometía el acto romántico de estrellarme contra ella y tirar mis libros?)
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Me llamo Celedonio Antonio y voy contigo en la clase de mate, de hecho nos hemos topado varias veces, ¿de verdad no te acuerdas de mi?
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¡Ah ya! Eres al que siempre se le caen los libros. Tengo una sugerencia para ti, ve con don Pedro a que te revise la vista, o haz ejercicios de motricidad, estrellarse tan seguido no es normal.
Me rasqué la cabeza, reí y entonces me cayó el veinte de que la técnica no estaba funcionando, tal vez la próxima vez tenía que empujarla más fuerte, porque ella sólo había percibido que se me caían los libros, pero no mi empujón romántico.
En fin, quise aprovechar su compañía e indagar qué estaba pasando, así que continué la plática.
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Sí, ya sé Rosa, lo haré, muchas gracias por la observación, oye pero, ¿ya me cuentas que tienes?
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Sí te voy a contar, pero con una condición.
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¿Cuál?
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Si te cuento me tienes que ayudar con algo.
Mmm, yo no era detective y tampoco muy listo, pero me sonaba a un mal trato, la iba a escuchar porque estaba triste y además iba a tener que ayudarle. Sin lugar a dudas, me apresuré a responder lo que más me convenía.
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¡Claro! ¿Qué tengo que hacer? (oush, bueno tal vez lo que más le convenía)
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Hoy huí de mi casa, hace tiempo mi padre decidió casarme con Eulalio, ¿te acuerdas de él? Y sí me gustaba y todo, pero lo caché besando a una niña de 3ro. B y nuestra boda es en dos meses.
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¡¿Cómo?! ¿Cómo fue que tu padre decidió casarte? ¿Y me lo dices tan casual? ¡Apenas tenemos 15 años!
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Pues es eso o que me vendan a alguien para que haga limpieza o ve a tu a saber qué.
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¡Rosa! Pero no puedes permitirlo, tenemos que hacer algo.
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¡Sí! Por eso tú me vas a ayudar. Si le digo a mi padre lo que vi, él jamás me va a creer o me va a decir algo como, “ya sé mija es normal, los hombres pueden tener muchas mujeres, pero a ti es a quien va a respetar.”
La verdad es que aunque haya nacido en este ejido, yo no quiero esa vida, prefiero sola que mal acompañada. Además, yo quiero estudiar y no quiero seguir dependiendo de hombres, que a decir verdad, están saliendo muy malos.
El sólo hecho de imaginar qué le voy a tener que pedir dinero me da rabia. Pero bueno, mi idea es que cuando Eulalio me vea besar a alguien más, puede decidir cancelar el matrimonio, porque para la sociedad pues ya no valdré tanto, ¡y pum! Así ya la hicimos… bueno la hice (me sonrió y se puso rojita).
Wow, la mejor noticia de mi vida, Rosita quería cancelar su matrimonio, además pensaba como citadina, y seguro que le gustaban las quesadillas sin queso. Por mi cabeza sólo pasaba, ¿cómo alguien podía engañar a Rosita? Y ¿quién podría pensar que por besar a alguien su valor era menor? Aún así Rosita besara a todo el pueblo para mi era la niña más inteligente, audaz y bella del ejido, entonces con mi perspicacia, me apresuré a pronunciar.
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¡Estoy dentro, Rosa! ¿A quién le vamos a decir que te bese?
Por alguna extraña razón, Rosita me hizo una cara como… como si me quisiera decir “estás bien idiota”, pero Rosita no dice esas cosas.
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Pues a ti… Bueno, si tu quieres.
No manches, mi corazón se aceleró, y entendí porqué me había visto con esa cara.
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¡Obvio quiero! Contesté sin pensarlo y pronto me dio un poco de pena y dije… bueno, si tu quieres….
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¡Sí quiero! ¡Vamos pues!
Tomé de la mano a Rosa (no sin antes pedirle permiso, porque yo no sé qué tan hombre soy, pero sí soy un caballero), comencé a caminar buscando a ese tal Eulalio.
Mientras lo buscaba, paraba la trompa y pensaba qué se sentiría besar a alguien. Además, en la mañana salí tan rápido que ni me lavé los dientes, estaba deseando encontrar una tienda antes que a Eulalio, sino, Rosa se iba a morir antes de casarse y todo por culpa de mi aliento.
No quise arriesgarme, entonces en la primera tienda que vi, le dije a Rosa que paráramos, que necesitaba comprar algo. Para mi desgracia, cuando estaba poniendo un pie en la puerta, Rosita me apretó la mano, y me dijo “ahíestá,ahíestá,ahíestá,ahíestá”. Me quedé inmovil y le pregunté:
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¿Ya quieres que te bese?
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¡Pues sí!
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Está bien, ¡hagámoslo!
Comencé a recordar que en Hitch te dicen que tienes que acercarte un 90% y poner la cabeza de lado y dejar que ella se acerque el 10%, o algo así. Pero en lo que yo pensaba todo eso, Rosita me agarró del cabello y me acercó a su boca, entonces metió su bonita lengua entre mis dientes, nunca en la vida me había sentido tan afortunado, me dejé llevar, pasé por el cielo, después fui al infierno porque estaba besando a una mujer comprometida, y luego regresé al cielo con la lengua de ese ángel llamado Rosa.
Rosa se quitó, me vio a los ojos y parecía que le había gustado, pronto me dijo, ¿te lavaste los dientes?, ¿nos vió?, ¿en dónde están?
Yo no sabía qué contestar, a la primera pregunta no me convenía dar respuesta y en la segunda quería decirle que no, con tal de besarla de nuevo. En fin, como yo no soy abusivo, le dije que no sabía.
Rosa me dijo, “yo creo que sí nos vio” a estas alturas mi padre ya debe saber y ya han de haber cancelado el compromiso.
Satisfechos con nuestro trabajo (más yo, que Rosa), decidimos caminar hacia su casa. Desgraciadamente, en el camino nos topamos a su padre y a Eulalio.
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¡Tan puta como tu madre! Gritó el papá de Rosa. Y a ti maldito bastardo, te voy a matar.
Yo me espanté y no sabía que hacer, el señor llevaba un arma. Tomé a Rosa y decidí correr con ella, mi intuición (siempre al tiro), me decía que esto ya no se trataba de un juego, ese señor era peligroso. Rosa me dijo que me fuera, que ella podía sola. Insistí en quedarme, pero Rosa era muy ágil y en cuanto pudo se escapó no sólo de ellos, sino también de mi.
Me quedé muy preocupado, y regresé a mi casa, “esa pocilga” que hoy había minimizado, pero también hoy había extrañado y agradecido que mis padres y mi familia no fueran así. No quise hablar con nadie, me fui a mi cama abracé a mis hermanitos y traté de quedarme dormido.
A la mañana siguiente, corrí a buscar a Rosa, no me importó que me fueran a matar. Encontré a su madre llorando.
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Me la mataron mijo, me la mataron. Dice su padre que la encontró muerta en un baño de la central camionera.
Definitivamente, esa historia no era cierta… Quise contarle a su madre, pero no me escuchó. De hecho le parecía mejor que alguien la hubiera matado por algo, que saber que su hija le había sido infiel a su prometido, no quería que le tacharan de puta.